Traducción al Español de la pieza publicada en el sitio Rense. Original en Inglés aquí.
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“Ustedes quemaron totalmente el lugar, lo convirtieron en una sola columna de fuego. Murió mucha más gente en esa tormenta de fuego, en una sola enorme llamarada, que la que murió en Hiroshima y Nagasaki juntas".- Kurt Vonnegut, Jr.
Al anochecer del 13 de febrero de 1945, dio comienzo una orgía de genocidio y barbarismo contra una indefensa ciudad Alemana, uno de los más grandes centros culturales del norte de Europa. En menos de 14 horas no sólo fue reducida a ruinas en llamas sino que se calcula que un tercio de sus habitantes, posiblemente medio millón de personas, había perecido en lo que fue la masacre de un solo evento más grande de todos los tiempos.
Hacia fines de la Segunda Guerra Mundial, conforme los aviones de los Aliados producían una lluvia de muerte y destrucción sobre Alemania, la antigua ciudad Sajona de Dresden parecía una isla de tranquilidad en medio de la desolación. Famosa como centro cultural y no poseyendo valor militar alguno, a Dresden se le había ahorrado el terror que descendía de los cielos por todo el resto del país.
De hecho, poco se había hecho para brindarle a la antigua ciudad de artistas y artesanos una defensa anti-aérea. Un escuadrón de aviones se había apostado en Dresden por un rato, pero la Luftwaffe (Fuerza Aérea Alemana) decidió cambiar las aeronaves a otra área donde se necesitaban más. Un pacto de caballeros parecía prevalecer designando a Dresden como una “ciudad abierta”.
Febrero 14, 1945: El Holocausto de Dresden, conocida como la Florencia del Norte.
Dresden era una ciudad hospital para soldados heridos. Ni una sola unidad militar, ni una batería anti-aérea se instaló en la ciudad. Junto con los 600,000 refugiados procedentes de Breslau, Dresden se llenó a toda su capacidad con 1 millón doscientas mil personas. Churchill pidió “sugerencias para desaparecer con fuego a 600,000 refugiados”. A él no le interesaba alcanzar las instalaciones militares a 60 millas de distancia de Dresden. Se dejaron caer más de 700,000 bombas de fósforo sobre 1.2 millones de personas. Una bomba por cada dos personas. La temperatura en el centro de la ciudad llegó a 1,600 grados centígrados. Se contaron más de 260,000 cuerpos y restos de cuerpos. Pero no se pudo encontrar a ninguno de los que estaban en el mero centro de la ciudad. Aproximadamente 500,000 niños, ancianos, soldados heridos y los animales del zoológico fueron masacrados en una sola noche.
El Martes de Absolución -Carnaval- (día anterior al Miércoles de Ceniza) era el martes 13 de febrero de 1945, una ola de refugiados que huían del Ejército Rojo a 60 millas de distancia había inflado la población de la ciudad a más de 1 millón. Cada nuevo refugiado traía consigo espantosos recuentos de las atrocidades Soviéticas. Esos refugiados que huían del Ejército Soviético ni se imaginaban que estaban a punto de morir en un horror peor de lo que a Stalin se le pudiera ocurrir.
Normalmente, prevalecía un ambiente de carnaval en Dresden el martes. Sin embargo, en 1945, el panorama era sombrío. Las casas por doquier estaban inundadas con refugiados y miles tuvieron acampar en plena calle temblando de frío. No obstante, la gente se sentía relativamente a salvo; y aunque el ambiente era triste, el circo trabajaba a casa llena pues miles asistieron para olvidarse por un momento de los horrores de la guerra. Grupos de pequeñitas desfilaban en vestimenta de carnaval en un esfuerzo por ayudar a levantar el ánimo. Medias sonrisas tristes saludaban a las niñas sonrientes, pero el ánimo se levantaba.
Nadie se imaginaba que en menos de 24 horas esas mismas inocentes criaturas morirían gritando de dolor en las tormentas de fuego de Churchill. Pero, por supuesto, nadie podía saberlo entonces. Los Rusos, sólo para asegurarnos, eran unos salvajes pero por lo menos los Estadounidenses y los Británicos eran “honorables”. De modo que, cuando esas primeras alarmas indicaban el comienzo de 14 horas de infierno, la gente de Dresden se dirigía en columnas a sus refugios. Muchos no saldrían vivos, pues ese “gran estadista democrático” Winston Churchill –en contubernio con este otro “gran democrático estadista” Franklin Delano Roosevelt – había decidido que la ciudad de Dresden fuera borrada del mapa por medio de un bombardeo de saturación.
¿Cuáles eran los motivos de Churchill? Parecen haber sido políticos más que militares. Los historiadores acuerdan, unánimemente, que Dresden no tenía valor militar. La poca industria que tenía era la de producir cigarrillos y vajillas de porcelana.
Pero ya se acercaba la Conferencia de Yalta, en la que los Soviéticos y sus aliados Occidentales se sentarían como sacrílegos devoradores de muertos para escarmenar el cadáver destrozado de Europa. Churchill quería un naipe del triunfo – un devastador “aniquilamiento relampagueante Anglo-Estadounidense” – con la que querían impresionar a Stalin.
Ese naipe, sin embargo, nunca fue jugado en Yalta, porque el mal tiempo retrasó el ataque de su fecha programada originalmente. Aún así Churchill insistió que el ataque fuese llevado a cabo – para “interrumpir y confundir” a la población civil Alemana detrás de las líneas de combate.
Los ciudadanos de Dresden apenas tuvieron tiempo de llegar a sus refugios. La primera bomba cayó a las 10:09 pm. El ataque duró 24 minutos, dejando a la ciudad interior convertida en un embravecido mar de fuego. “El bombardeo de saturación de precisión” había creado la deseada tormenta de fuego.
La tormenta de fuego ocurre cuando cientos de pequeños incendios se unen en una sola enorme conflagración. Enormes masas de aire son absorbidas hacia adentro para alimentar el infierno causando un tornado artificial. Las personas no suficientemente afortunadas son atrapadas en la fuerza del viento y son derribadas por las calles hacia las llamas. Aquellos que buscan refugio en el subterráneo a menudo se sofocan pues el oxígeno es sacado del aire para alimentar el incendio o perecen en una explosión de calor blanco – lo suficientemente caliente para derretir la carne humana.
Un testigo ocular que sobrevivió dijo haber visto a “mujeres jóvenes corriendo por las calles, mientras llevaban en brazos a sus bebés y sus ropas y cabello ardían, gritando hasta que caían o los edificios que se colapsaban las aplastaban”.
Hubo una pausa de tres horas entre el primer y segundo ataque. Se había calculado la pausa para hacer salir a los civiles de sus refugios al descubierto. Para escapar de las llamas, decenas de miles de civiles se habían concentrado atiborrando el Grosser Garten, un majestuoso parque con una superficie de casi una milla y media cuadrada.
El segundo ataque vino a la 1:22 am sin advertencia. Tantas como dos veces los bombarderos regresaron con una gran carga de bombas incendiarias. La segunda ola fue diseñada para extender la furiosa tormenta de fugo hacia el Grosser Garten.
Fue un “éxito” arrollador. En cuestión de minutos una sábana de fuego se extendía por el pasto, arrancando a los árboles de raíz y llenando las ramas de otros con todo desde bicicletas hasta brazos y piernas humanos. Por días, quedaron esparcidos como tétricos recordatorios del sadismo Aliado.
Al comienzo del segundo asalto aéreo, muchos estaban todavía acurrucados en túneles y bodegas, esperando que se aplacaran los incendios del primer ataque. A la 1:30 am un espantoso estruendo llegó a los oídos del comandante de un convoy de Servicio de Trabajo enviado a la ciudad en misión de rescate. El describió lo siguiente:
“La detonación sacudió las paredes de la bodega. El sonido de las explosiones se mezcló con un nuevo y más extraño sonido que parecía acercarse cada vez más, el sonido de una cascada estruendosa, era el sonido de un poderoso tornado bramando en la ciudad interior”
CARNE HUMANA DERRETIDA
Otros que se escondían bajo tierra murieron. Pero murieron sin dolor – sencillamente brillaron con un color naranja y azul en la oscuridad. Conforme se intensificaba el calor, se desintegraron en cenizas o se derritieron en un líquido espeso – a menudo en manchas de tres a cuatro pies de profundidad.
Poco después de las 10:30 horas del 14 de febrero, el último ataque barrió toda la ciudad. Los bombarderos Estadounidenses machacaron las ruinas de lo que había sido Dresden por 38 minutos sin interrupción. Pero este ataque no fue tan pesado como los dos primeros.
Sin embargo, ¿Que fue lo que distinguió a esta atrocidad a sangre fría con la que se llevó a cabo? Los Mustangs Estadounidenses aparecieron volando a baja altura sobre la ciudad, ametrallando todo lo que se movía, incluyendo una columna de vehículos de rescate que se dirigían velozmente a la ciudad para evacuar a los sobrevivientes. Un asalto se dirigió a las orillas del Río Elba, donde los refugiados se habían acurrucado durante esa espantosa noche.
En el último año de la guerra, Desden se había convertido en una ciudad hospital. Durante la masacre de la noche anterior, heroicas enfermeras habían llevado a rastras a los pacientes incapacitados al Elba. Los Mustangs que volaban bajo, acribillaron con metralleta a los indefensos pacientes, así como a miles de ancianos, mujeres y niños que escapaban de la ciudad.
Cuando el último avión desapareció del cielo, Dresden era una ruina chamuscada, sus ennegrecidas calles llenas de cadáveres. La ciudad no escatimaba un solo horror. Una parvada de buitres escapó del zoológico y se lanzó sobre la carnicería. Las ratas se apiñaban sobre los montones de cuerpos.
Un ciudadano Suizo describió su visita a Dresden dos semanas después del ataque: “Pude ver brazos y piernas arrancados, cabezas y torsos mutilados que habían sido desgarrados de los cuerpos y habían sido movidos rodando. En unos lugares los cadáveres yacían todavía tan densamente que no podía encontrar modo de pasar entre ellos para no tropezar con los brazos y piernas”.
Kurt Vonnegut estuvo en Dresden cuando fue bombardeada en 1945, y escribió una famosa novela anti-guerra “Matadero Cinco” -"Slaughterhouse Five" en 1969. En febrero de 1945, Vonnegut fue testigo de otra buena imitación del Monte Vesubio; el bombardeo de las fuerzas Aliadas de Dresden, la ciudad al este de Alemania, durante los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial. Después de más de 600,000 bombas incendiarias, la ciudad se parecía más bien a la superficie lunar. De regreso a Indianápolis después de la guerra, Vonnegut comenzó a escribir cuentos cortos para revistas como Collier’s y The Saturday Evening Post, contando sus experiencias como Prisionero de Guerra en Dresden, obligado a rescatar cadáveres de las ruinas. La novela resultante fue “Matadero Cinco”. Fue prohibida en varios estados de los Estados Unidos – y etiquetada como “herramienta del diablo” en Dakota del Norte – llevaba el agudo título alterno de “La Cruzada de los Niños: Una Danza Apropiada con la Muerte, por Kurt Vonnegun Jr., un Alemán-Estadounidense de cuarta generación viviendo ahora en circunstancias desahogadas en Cape Cod (y fumando demasiado) que, como scout de la infantería Estadounidense, como prisionero de guerra, fue testigo del bombardeo con fuego de Dresden, Alemania – la Florencia del Elba – hace mucho tiempo, y sobrevivió para contarlo, esta es una novela un poco al modo esquizofrénico telegráfico de los cuentos del planeta Tralfamodre, de donde vienen los platillos voladores. Paz”…
En diciembre de 1944, Vonnegut fue capturado por el ejército Alemán y fue hecho prisionero de guerra. En Matadero Cinco, describe como escapó casi por nada a la muerte unos cuantos meses después en el bombardeo de Dresden. “Sí, su pueblo (el Inglés) lo digo” insiste. “Ustedes arrasaron el lugar con fuego, lo convirtieron en una sola columna de llamas. Murió ahí más gente en la tormenta de fuego, en esa sola gran llamarada, que la que murió en los ataques a las poblaciones civiles para que se rindieran. Yo estimo a su pueblo, en ocasión, pero sólo pensaba sobre el “Bombardero Harris” que creía en los ataques a los civiles para obligarlos a rendirse. Un gran montón de fulanos de la Real Fuerza Aérea deberían de avergonzarse de lo que Harris les ordenó hacer. Y eso es, en realidad, el espíritu deportivo y, por supuesto, lo Británicos son famosos por ser buenos deportistas” concede.
The Independent – Londres, 20 de diciembre de 2001 pág. 19
La tasa de mortandad era asombrosa. El grado total del Holocausto de Dresden puede comprenderse mejor si uno considera que más de 250,000 –posiblemente tantas como medio millón – de personas murieron en un período de 14 horas, pues los cálculos de los que murieron eh Hiroshima van de 90,000 a 140,000.*
Los defensores de la masacre de los Aliados han “comparado” a Dresden con la ciudad Inglesa de Coventry. Pero las 380 personas que murieron en Coventry en toda la guerra no pueden compararse con las más de 1,000 veces de esa cantidad que fueron masacrados en 14 horas en Dresden. Más aún, Coventry era un centro de municiones, un objetivo militar legítimo. Por otro lado, Dresden, producía sólo vajillas de porcelana – y es muy difícil que se considere como armamento militar ¡Las tazas y los platos!
Es interesante también comparar el respectivo daño hecho a Londres y a Dresden, especialmente cuando recordamos la sensiblería chillona de Hollywood sobre el “Blitz de Londres”. En una sola noche, se destruyeron 1,600 acres de tierra en la masacre de Dresden. Londres escapó con daño únicamente a 600 acres en toda la guerra.
En una nota de ironía, el único objetivo militar concebible en Dresden – sus ferrovías – fue ignorado por los Aliados. Estuvieron muy ocupados concentrándose en ancianos, mujeres y niños indefensos.
Si es que hubo un crimen, entonces el Holocausto de Dresden se clasifica como el más sórdido de todos los tiempos. Aún así no hay un solo film hecho hoy en día para condenar esta despiadada y demoníaca matanza, ni un solo piloto Aliado – o Sir Winston – se sentaron en el banquillo de los acusados en Nuremberg. De hecho, los pilotos que atacaron Dresden recibieron medallas por su papel en este asesinato masivo. Pero, por supuesto, a ellos no se les llevó a los tribunales, porque “solo cumplían órdenes”.
Esto no es decir que las montañas de cadáveres dejados en Dresden fueran ignorados por el Juicio de Nuremberg. En una ironía final, la fiscalía presentó las fotografías de los muertos de Dresden ¡Como “evidencia” de las supuestas atrocidades Nazis contra los Judíos internos de los campos de concentración!
Churchill, el monstruo que ordenó la matanza de Dresden, fue nombrado caballero y el resto es historia. El sadismo de sangre fría de la masacre, sin embargo, es retirado por sus biógrafos que todavía no pueden explicar como el deseo de un demente para “impresionar” otro, llevó al asesinato masivo de medio millón de hombres, mujeres y niños.
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Nota:
Este artículo en Inglés lo compartió con nosotros el dueño del blog El Santo Grial está en Argentina al que pueden acceder en la columna derecha.
La palabra correcta en Castellano es acceder, pues "accesar" es un barbarismo inventado por un analfabeta funcional. :)
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