Las cerradísimas rondas de votaciones para elegir al Nuevo Secretario General de la OEA (Organización de Estados Americanos) entre los dos aspirantes: Luis Ernesto Derbez, el Secretario de Relaciones Exteriores de México y José Miguel Insulza, el Ministro del Interior de Chile, el pasado 11 de abril, hicieron imposible tener un ganador y se fijó próxima votación para el 2 de mayo próximo.
Votación en la ONU condenando a Cuba, condena en la que Mexico participó. Por cierto una victoria pírrica, si tomamos en cuenta que las abstenciones estuvieron casi a la par.
Desde el inicio de votaciones en las organizaciones internacionales ya sea en contra o a favor de ciertos espinosos asuntos en esa comunidad, México pudo sostener contra viento y marea su limpísima política de “No Intervención”, doctrina dictada por el brillante diplomático Mexicano Genaro Estrada.
En ocasiones con tristeza y en otras con alivio, hemos podido observar como México podía evitar: primero la condena de Israel por sus acciones agresivas en contra del pueblo Palestino y en segundo lugar: la condena de Cuba por las violaciones contra los derechos humanos contra sus opositores políticos dentro de la Isla.
El segundo caso había convertido a México en el hermano mayor protector de Hispano América, un gigante, un campeón de una pulcra reputación, que combatía con impecabilidad diplomática las agresivas acciones de los Estados Unidos contra la pequeña Cuba.
Cada vez que México se abstenía de votar contra Cuba, crecía el respeto entre la comunidad internacional y dentro de la misma población.
Sin embargo, recientemente, los vientos han cambiado y vemos a un México más inclinado a votar en contra de Cuba que no en contra de Israel.
Mientras que sí es cierto que Cuba viola los derechos humanos, también es muy cierto que Israel las viola diez veces más que el país Caribeño. Es conocido por todos que Cuba fue expulsada de la OEA, mientras que Estados Unidos hace uso del veto para proteger a Israel de toda condena en la ONU.
Cuba es una nación criminalmente castigada por sanciones y embargos económicos por su ideología Marxista y no rendirse ante la super potencia mundial, mientras que Israel es una nación consentida que recibe un promedio de 6 billones de dólares en ayuda por sus acciones genocidas y ambos – castigo y recompensa – provienen de los Estados Unidos.
Entonces, aquí viene la pregunta: ¿Cuales son los standars para calificar a una nación como infractora de los derechos humanos y cuando debe ser condenada esa nación?
Una pista nos la puede dar el gobierno de los Estados Unidos que se reserva el derecho de utilizar sus propios standards como podemos ver con los vergonzosos ejemplos de Guantanamo y Abu Ghrayb.
Está más que claro que no se usa la misma vara para todos. Esto ha sido desde siempre.
Pero aquí lo grave es: ¿Qué es lo que busca México? ¿Que recibirá México a cambio por despojarse de su ejemplar conducta diplomática y política que lo mantuvo en un elevado plano de respeto?
¿Qué vale más que el auto respeto, una reputación impecable y la confianza? Nos gustaría saber.
En anterior comentario sugería que los votos contra el candidato Mexicano no los tomaran como votos contra México sino contra los Estados Unidos.
Después de esta votación en Ginebra en Asamblea de la ONU, la conclusión lógica es que, una de dos: México perderá las votaciones de la OEA, porque la mayoría de los estados Sud Americanos lo consideran una herramienta de los Estados Unidos o ganará debido a las enormes presiones de EE.UU. sobre los países más débiles.
No es ningún secreto que la ajustada votación se debió al fuerte bloque Izquierdista de América, encabezada por Venezuela, Brasil y ahora Chile. Esta vez, están todos juntos unidos luchando contra la intervención de los Estados Unidos que, según parece, está representada por Luis Ernesto Derbez.
México se encuentra en la necesidad de convencernos a aquellos que todavía creemos que su doctrina continua siendo el corazón de su política internacional.
Cualquiera que sea el resultado en las votaciones de la OEA, una cosa es segura: Si México desea retener un pedacito de dignidad que le pudo haber quedado, entonces tendrá que apegarse a su nueva actitud y tendrá que condenar a cualquier otra nación, incluyendo a los Estados Unidos, que viole los derechos humanos o perderá todo respeto de todos los ciudadanos en este país.
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